La biblioteca creció conmigo, tanto en el sentido literal como figurado. Desde pequeño fui asiduo de la biblioteca y, la primera vez que fuí no podía creer que en un sólo lugar existieran tantos libros reunidos y para colmo de buenas, que allí encontrara los que tenian que ver con lo que desde esos tiempos ya era el germen de una pasión: el arte. Contaba con unos 10 años aproximadamente para esos tiempos (ahora tengo 37) y ya la biblioteca tenia a mis ojos, ese aire de «matrona respetable a la que no se le contradice nada» pero que de todos modos se le aprecia y se le quiere. Aire con que , de algun modo, sigo percibiendola.
De este modo, fui testigo de sus cambios y «padecí» también, por aquellas épocas, su prolongado cierre. Para descubrir asombrado, con que «la matrona respetable» luego de su cambio extremo era toda una «diva de la cultura» más acorde con los tiempos de final y principio de siglo que se avecinaban.
En fin….como olvidar cuando al usuario le llevaban los textos de consulta a la mesa, las fichas redondas metalicas, las fotocopias a 50 pesos y la imperturbable señora de lanza y casco a la entrada de la biblioteca. Nunca supe quien era (aunque siempre sospeche que era Atenea).
Un afectuoso saludo a la biblioteca, a sus funcionarios y a sus fans.